Paco Campos es miembro de la Comisión Permanente de Nación Andaluza.
En 2011 se cumplen treinta años de la aprobación en referéndum del primer estatuto andaluz de autonomía. ¿Qué valoración haríais de la actual situación de Andalucía tras estos treinta años de autonomía?
De entrada habrá que negar la mayor. En Andalucía no hay autonomía, lo que hay es una mera descentralización de la gestión administrativa del Estado Español. Algunas de sus competencias son tramitadas a través de unas sucursales del Estado en nuestra tierra: Junta, Parlamento, diputaciones y municipios. Según la Constitución todas estas administraciones son Estado Español. La Constitución afirma que “El Estado se organiza territorialmente en municipios, provincias y comunidades autónomas”, y aclara que “todas estas entidades gozan de autonomía para la gestión”. Esta supuesta autonomía se reduce a esa “autonomía de gestión”, a la de las competencias que asume, o mejor dicho que se le permiten asumir, en nombre y representación del Estado. Recordemos que tanto el primero como el segundo estatuto, para entrar en vigor, tuvieron que ser aprobados por el Parlamento Español, ratificados por el Borbón y publicados en el BOE. Aunque el 100% de los llamados parlamentarios andaluces acordaran un estatuto y fuese ratificado por el 100% de los andaluces, éste no podría existir sin el plácet español. Autónomo es aquello que hace solo o aquello que decide por sí mismo. Andalucía no hace sola o decide por sí misma, hace y decide al dictado del Estado Español; bajo su control, su vigilancia y según sus mandatos. Eso no es autonomía, es dependencia. Por eso a ambos estatutos no les llamamos estatutos de autonomía, sino de dependencia. Solo una Andalucía no dependiente, o sea independiente, soberana, será autónoma.
Cuentan que en cierta ocasión le recriminaron a Blas Infante por gritar ¡Viva Andalucía libre!, y él contestó preguntando si es que acaso preferían que diese vivas a una Andalucía esclava. Este binomio libertad-esclavitud resume perfectamente la situación. La de su tiempo y la del nuestro. Andalucía es una nación invadida, ocupada, colonizada y negada. Al Pueblo Trabajador Andaluz le ha sido robada su tierra y esquilmada su riqueza, se le ha obligado a una economía de subsistencia, extraída su identidad y ocultada su historia. Nada de esto ha cambiado. Hoy, como hace treinta años, como hace centenares, los andaluces siguen sin ser dueños de su tierra, su trabajo, su libertad y su identidad. Hoy, como hace treinta años, como hace centenares, Andalucía sigue esclavizada. Blas Infante era plenamente consciente de la esclavitud andaluza. Por eso gritaba ¡viva Andalucía libre! Se reclama o ansía aquello de lo que se carece. También era consciente de las implicaciones que conllevaba. Formar parte de una tierra ocupada y colonizada, es el origen y la causa, entonces y ahora, de todos nuestros males. Sólo desde una perspectiva colonial adquieren pleno sentido los porqués de nuestra situación política, social, económica, laboral, ecológica, cultural, etc. Por eso, con dictaduras o supuestas democracias, monarquías o repúblicas, centralismos o descentralizaciones, gobiernos conservadores o “progresistas”, con cualquier España, el Pueblo Trabajador Andaluz siempre ha ocupado los últimos puestos en los rankings de bienestar. Porque desempeñamos el papel estructural impuesto de colonia interior del Estado Español. Como consecuencia, la valoración que hacemos de la Andalucía de 2011 es tan negativa como la de 1981.
¿Creéis que el pueblo andaluz ha visto satisfechas las expectativas que se despertaron con la aprobación de aquel primer estatuto de autonomía? En otras palabras, ¿ha satisfecho la autonomía las esperanzas de mejora vislumbradas por el pueblo andaluz?
Al Pueblo Trabajador Andaluz, además de la autonómica, se le vendió otra mentira, la democrática. En cuanto a esta última, la reforma política de los setenta, como su misma autocalificación indica, sólo significó una adaptación de las estructuras franquistas a las necesidades de los nuevos tiempos. Fue un ejercicio de lampedusismo protagonizado por los sectores más inteligentes del régimen, aquellos que partían del: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Para lograrlo se amoldaron las instituciones a formalismos democráticos y se amplió el régimen a la oposición socialdemócrata españolista y a la derecha nacionalista vasco-catalana. A cambio de mantener los dos pilares sustentadores y justificadores de toda España, la unidad estatal y el sistema capitalista, así como su propia impunidad, las élites franquistas aceptaban compartir el poder. El pacto incluía mantener el reparto de funciones de los distintos territorios ya adoptado en el XIX, en la primera conformación de los restos del Imperio como seudo Estado-nación. En el caso andaluz, eso suponía permanecer como colonia interior proporcionadora de materias primas, a través de una economía extractiva, y de mano de obra barata mediante un subdesarrollo perenne inducido. El Pueblo Trabajador Andaluz se volcó en el aparente proceso democrático y autonómico, porque el españolismo de derechas e “izquierdas” le empujó a ello y nadie le advirtió del error. No hubo ni una voz coherentemente crítica que desde el campo nacionalista o desde el revolucionario le hiciese comprender cómo y por qué estaba siendo utilizado. En este sentido hay que destacar el penoso papel colaboracionista de los autocalificados como andalucistas. El revisionismo cortoplacista y electoralista de la izquierda estatalista, su ceguera con respecto al hecho nacional andaluz y su papel en el proceso emancipador de la clase obrera, hizo el resto. Y fue especialmente determinante la inexistencia de una izquierda independentista consecuente, que contrarrestara el discurso oficialista, señalase el engaño, se opusiese, y levantase la bandera de la liberación nacional y social.
Pero el Pueblo Trabajador Andaluz no ha visto ni podía ver satisfecha sus expectativas de libertad y justicia con la aprobación de la Constitución o del Estatuto porque no son más que nuevos instrumentos para mantener su esclavización. El estatu quo neocolonial estructural. Un esclavo deja de serlo rompiendo sus cadenas y siendo dueño de sí mismo, no cambiando su grosor o extensión. En cuanto a mejoras y bienestar, siguiendo la lógica colonial, se nos mantiene en el furgón de cola. Algunos, en su ignorancia o desvergüenza, pretenden demostrar que vivimos ahora mejor, gracias a esta supuesta autonomía, comparando lo incomparable, la Andalucía de 1981 con la de 2011. Claro que hoy hay más kilómetros de carretera, más centros universitarios o más viviendas, pero siguiendo igual método, si comparásemos la de 1935 con la de 1975 veríamos que también había más en los setenta, y cabría concluir que con el franquismo se vivía mejor que con la II República y que el fascismo fue beneficioso. En ambos casos las conclusiones son falsas. Pero si comparamos lo que sí es comparable, la Andalucía de 1981 con respecto al resto del Estado entonces y la de 2011 con respecto al resto del Estado hoy, se revela la verdad. Éramos los últimos y seguimos siéndolo.
Aquellas expectativas y esperanzas del pueblo quedaron perfectamente de manifiesto en las multitudinarias manifestaciones del 4 de Diciembre de 1977. ¿Pensáis que el “espíritu” del aquel 4 de diciembre sigue vivo en la sociedad andaluza?
El 4 de Diciembre tuvo una importancia trascendental. A pesar de sufrir siglos de opresión y alienación. De padecer una política españolista típicamente colonialista, arrancando nuestra identidad e implantando una psicología de dependencia y resignación, y a pesar de cuarenta años de condicionamiento y terror social por parte del fascismo, el Pueblo Trabajador Andaluz, a la primera oportunidad que se le ofreció, salió a la calle en un clamor multitudinario de auto-reconocimiento y reivindicación de su protagonismo. Dos millones manifestaron ese día su orgullo de ser andaluces y reclamaron autogobierno. Autogobierno que entendían como un tomar en sus manos las riendas de su destino. Como ser sus propios dueños y poseer la capacidad de decisión sobre sí mismos y su tierra. Se estaba reclamando soberanía, aunque no se la denominase mediante este término. Una Andalucía en pie, consciente de sí y en lucha por sus derechos, amenazaba con acabar con ese estatu quo neocolonial impuesto. El españolismo en pleno se confabuló para acabar con ese espíritu de consciencia y rebeldía del 4-D. Eso significó el Pacto de Antequera del año siguiente. Por eso ya no hubo más convocatorias, más 4-D. Se ideó una fábula de buenos y malos a partir de un argumento simple: las ansias de autogobierno se podían cumplimentar mediante una “autonomía de primera”, tramitada por el artículo 151, lo que querían hacer los buenos e impedir los malos. Una vez asegurada la inexistencia de voces discordantes con esta “verdad”, la obra se representó y fue un éxito. El peligroso espíritu del 4-D fue desviado hacia la meta del inicuo autonomismo del 28-F. Esa fue la razón de la movilización masiva en aquel referéndum. La consecuencia de un engaño y la demostración de hasta donde se podría haber llegado si, en lugar de colaborar con el españolismo y acatar los límites impuestos, se hubiese mantenido aquel espíritu del 4-D. De ahí que ese referéndum constituya, a un tiempo, un gran triunfo y un gran fracaso para nuestro pueblo. Una gran prueba tanto de sus capacidades como del grado de manejismo al que estaba y sigue sometido. La Andalucía actual es la consecuencia directa de la sustitución del espíritu del 4-D por el del 28-F. Pero sólo han logrado adormecerlo, no destruirlo. Aún pervive el 4-D en la resistencia andaluza organizada y en todas las luchas populares en defensa de su libertad y de sus derechos.
Hablemos de Nación Andaluza. El pasado año cumplisteis veinte años de existencia, veinte años al servicio de la defensa de los derechos de nuestra nación. ¿Qué valoración harías de estos veinte años de existencia?, ¿cuáles son las principales conslusiones que habeis obtenido en todo este tiempo de lucha?
Nación Andaluza, como su denominación indica, parte de una base obvia: la existencia de una nación andaluza. De una nación andaluza invadida, ocupada, colonizada y negada. Y este principio de visión y análisis determinada no solo nuestro discurso, sino nuestras estrategias y praxis. Lo que algunos califican como exceso es mera coherencia dialéctica con respecto a dicha visión y análisis. NA nace en Diciembre del 90 como aglutinadora de todos aquellos colectivos e individualidades que pretendían retomar la lucha emprendida por Blas Infante para la liberación nacional y social de nuestro pueblo, de forma congruente y unitaria. Por esa Revolución Andaluza que él propugnaba. De ahí que apostásemos, desde el primer día y sin ambages, por la independencia y el socialismo. Como decía el lema del Congreso Constituyente, éramos y somos, “radicalmente andaluces”. Dado que partimos de la existencia de una nación invadida, ocupada, colonizada y negada, actuamos bajo las mismas premisas, y nos planteamos los mismos objetivos, que organizaciones de otros pueblos que se han encontrado o se hallan hoy en semejantes circunstancias: entendemos la lucha como un proceso de resistencia, descolonización y liberación, desde perspectivas soberanistas y anticapitalistas. Y como ha sucedido y sucede en casos similares de resistencia, descolonización y liberación, en Andalucía ese combate también debe desarrollarse a partir de movimientos unitarios revolucionarios. Por eso Blas Infante apostó por una agrupación de tipología ideológica amplia, dentro del común denominador nacionalista y anticapitalista, y por un sistema organizativo de base, anti-jerárquico, horizontalista y asambleario. Ese es también el motivo de que NA, como continuadora de su obra, se funde y trabaje bajo estos mismos principios teóricos y estructurales. Pero NA nace en un contexto muy difícil. El Pueblo Trabajador Andaluz sufre un grado exacerbado y paralizante de desconocimiento de sí mismo, de su tierra y de su propio estado de dependencia, fruto de siglos de condicionamiento social. Esta situación extrema ha influenciado sustancialmente en un andalucismo oficial acomplejado, desorientado y plagado de ideas regionalistas, así como en una izquierda que infravalora, menosprecia o ignora el hecho nacional y la importancia de los procesos de liberación nacional como parte de la lucha de clases. Además, los comienzos de los 90 fue una época de auge capitalista, tras la caída de los estados del llamado “socialismo real”. También de efervescencia españolista, con los fastos del 92. No era la mejor coyuntura para expandir ideas y movimientos de nuestras características. En este entorno hostil y este cúmulo de circunstancias negativas, nuestra propia existencia, continuidad y perseverancia constituye un éxito.
Hablando en términos más concretos, tras estos veinte años, y de acuerdo a los principios y propósitos que os llevaron a la creación de vuestro partido, ¿cuáles sería los pricipales logros, y cuáles los principales fracasos que os gustaría señalar tras toda esta experiencia acumulada?
Nación Andaluza no solo ha nacido en un contexto desfavorable, ha tenido y sigue teniendo que enfrentarse diariamente a las consecuencias de esa realidad alienada y condicionada, de desconocimiento y utilización colectivas, que arrastra nuestro pueblo. Esta realidad negativa lo impregna todo. No solo ha conllevado una enorme dificultad para expandir mensajes antiespañolistas y antisistema, sino también para aglutinar respuestas adecuadas y consecuentes, porque a estas influencias no son ajenos los diversos movimientos sociales y políticos andaluces. Sufrimos un alto grado de confusionismo teórico e incoherencia táctica, tanto en el campo de los colectivos sociales como en el de la izquierda sindical o en el político del nacionalismo de clase. Esto ha supuesto un serio hándicap añadido a la hora del desarrollo de nuestra actividad. No obstante, consideramos que tras veinte años, a pesar de las muchas carencias y errores, de los cuales hemos también nosotros adolecido, se ha logrado que muchos planteamientos básicos ya no constituyan una batalla exclusiva, sino un combate que compartimos con otros. Tras veinte años de trabajo, ya son muchos los que hablan de Andalucía como nación ocupada y colonizada. Ya son muchos los que apuestan por la independencia, y desde perspectivas inequívocamente revolucionarias. También cada vez es más amplia una actitud crítica y contraria al autonomismo y el continuismo neofranquista. Hasta símbolos y objetivos que antes eran solo propios de nuestra organización, como la arbonaida estelada o la República Andaluza de Trabajadores/as, han pasado a ser un acervo común de todos los andaluces que luchan por la soberanía y el socialismo para nuestro país. Todas estas cuestiones, y otras muchas, cabría ponerlas en la balanza positiva.
En la negativa habría que situar otras, como que no hemos logrado que toda la izquierda soberanista andaluza seamos capaces de conformar una unidad de acción, fundamental para reavivar y potenciar ese espíritu del 4-D y constituir una alternativa efectiva contra España y el Capital. Tampoco hemos conseguido acercar a los distintos sindicatos de clase andaluces en un bloque unitario capaz de enfrentarse con éxito al capitalismo y de sustituir como referente entre los trabajadores/as al neoverticalismo de los “mayoritarios”. Pero no consideramos que estos dos objetivos esenciales para la transformación de la realidad andaluza actual, y que por ello centran gran parte de nuestros esfuerzos, sean sendos fracasos, sólo metas aún difíciles de alcanzar. Difíciles pero no imposibles.
¿Creeis posible la creación de un bloque de izquierdas y sobrenista en Andalucía a medio plazo?, ¿En qué términos lo definiríais vosotros?, ¿cuáles sería vuestros requisitos irrenunciables para integraros en un bloque de este tipo?
No solo lo consideramos posible sino necesario e imprescindible. Con respecto a la posibilidad de hacerlo realidad a medio plazo, no es que lo veamos factible, es que estamos seguros de ello. Más aún, la existencia de ese bloque, junto con ese otro del sindicalismo anticapitalista andaluz, como ya hemos expresado, estamos convencidos de que constituirán los dos revulsivos fundamentales del panorama actual. Las dos palancas primigenias, esenciales e insustituibles para la transformación de la realidad andaluza actual hacia metas favorables a los intereses del Pueblo Trabajador Andaluz.
En cuanto a los requisitos, los mínimos son obvios. Que el bloque esté conformado, en exclusividad, por fuerzas, colectivos e individualidades que actúen en un marco referencial andaluz y de izquierdas, nítidamente soberanista e inequívocamente anticapitalista. Y, en cuanto al procedimiento, experiencias frustradas aconsejan lo de “sin prisas pero sin pausas”. Ir construyendo en la praxis y la cotidianidad. Que cualquier estructuración unitaria no sea origen sino consecuencia de un camino recorrido en común, de un irnos acostumbrando a trabajar juntos, acercando planteamientos y estrategias en el día a día. Además, harán falta grandes dosis de generosidad y predisposición comunes. Crear un clima de acercamiento, cooperación y entendimiento, que sustituya a tentaciones individualistas, exclusivistas, competidoras o fomentadoras de antagonismos, que puedan entorpecerlo. Anteponer en toda circunstancia lo que une a lo que distancie. NA apuesta por ello y lo intentamos practicar en actitudes y propuestas.
¿Qué diríais que está más sometido en Andalucía, la vida política y económica de sus instituciones representativas, la economía y la política misma, o la conciencia nacional de sus ciudadanos y ciudadanas?, ¿qué parte de responsabilidad tiene el pueblo andaluz en eso de que, con estatuto o sin estatuto, sigamos arrastrando los mismos problemas estructurales del pasado?, ¿es el pueblo andaluz un pueblo conformista?
En Andalucía toda la realidad social destila sometimiento por igual. Es la lógica política colonial y de ocupación. Insistimos en que estos hechos determinantes, de nuestro pasado y de nuestro presente, tanto el que somos una nación ocupada y colonizada como el que somos un pueblo condicionado y alienado, son los principios sobre los que deben asentarse análisis y estrategias. En caso contrario nunca acertaremos ni lograremos nada. Seguiremos dando palos de ciego. Incluso si se nos crítica de sectarios, maximalistas o excesivamente radicales, es por ese error de apreciación. Bastaría, por ejemplo, con comparar nuestras propuestas y actuaciones con las de otras organizaciones de resistencia ante la ocupación y/o de descolonización y liberación, para comprobar las similitudes. ¿Alguien se imagina a los saharauis luchando por una república marroquí en lugar de por una propia, en nombre del internacionalismo o de intereses de clase?, ¿y a la izquierda palestina aceptando el Estado de Israel por ser una realidad dada o más amplia, y aliándose con la “izquierda” sionista en nombre de la unidad de la izquierda o la de los trabajadores? Pertenecer a una nación ocupada y colonizada condiciona teoría y praxis, o debería condicionar. Más aún en nuestro caso. Si partiésemos de la preexistencia de un pueblo trabajador con conciencia nacional y de clase, como en el caso de otros pueblos hermanos, nos podríamos permitir ciertos lujos contemporizadores o entristas. Su inexistencia en Andalucía obliga a ser más estrictos, dada la carga complementaria rupturista y pedagógica que toda acción debe incluir para invertir esta situación.
En cuanto a nuestro pueblo, ninguna situación andaluza negativa es achacable a él. El Pueblo Trabajador Andaluz sufre las consecuencias del mayor genocidio que ha conocido la historia, en términos cualitativos y en referencia a pueblos existentes. Otros muchos han sido masacrados, pero los supervivientes son conscientes de sí, su historia y su identidad, en mayor o menor medida. Los andaluces no solo fueron perseguidos y exterminados por cientos de miles, no solo han sufrido un genocidio físico, sino que padecieron una política de terror de Estado destinado a su aculturización y alienación generalizadas, que, tras siglos, ha causado el que ignore incluso quién es y ha sido, y que haya interiorizado sentimientos y actitudes que le han sido inducidas, hasta incluso llegar a identificarse con el agresor. Esta tipología de genocidio psicológico e intelectual extremo es única. ¿Y aún pretendemos responsabilizarlo de qué? Nuestro pueblo no es culpable de nada, es la víctima de todo. Los culpables son España, el Capital y los colaboracionistas conscientes o inconscientes.
Los derechos nacionales de Andalucía, como pueden ser el derecho a la soberanía y el derecho a la autodeterminación, piezas básicas en vuestros planteamientos políticos, ¿hay que arrebartárselos a España, o simplemente nos son inherentes? En otras palabras, ¿España debe conceder estos derechos o simplemente tiene que devolvérnoslos, en tanto que derechos robados a Andalucía?
No existe un solo caso en la historia conocida en que un imperialismo haya abandonado su presa voluntariamente y de forma pacífica, siempre han sido obligados. Todas las liberaciones nacionales y sociales han ido precedidas de grandes esfuerzos y sacrificios por parte de los pueblos trabajadores. Parafraseando al reaccionario de Churchill, cada proceso de descolonización y liberación siempre ha costado sangre, sudor y lágrimas a varias generaciones autóctonas. La libertad se pelea y se conquista, nosotros no seremos una excepción a esta regla. El Sistema nunca devolverá discrecionalmente su soberanía a nuestro pueblo. Además, su libertad le pertenece por derecho propio a hombres, mujeres y, por extensión, a los pueblos. Nadie tiene que conceder, otorgarle o reconocerle derechos a Andalucía. Los andaluces ya poseemos, como todo pueblo, el derecho inalienable de ejercer nuestra libertad, de forma ilimitada y permanente. Todo lo que la restringe o imposibilita es tiranía. Todos los que la niegan o impiden son unos tiranos, o sus colaboradores. Por otro lado, aclararos que para nosotros España solo es y puede ser una superestructura opresora. España no existe, si los estados españoles como concretización peninsular del imperialismo capitalista. España fue el nombre de un clásico Imperio del antiguo régimen y, a partir del XIX, tras la pérdida de la mayoría de las colonias y el pacto entre la aristocracia isabelina y la gran burguesía, el nombre de un falso Estado-nación en el que se envolvieron los restos peninsulares e insulares de ese imperio para pervivir, ya transformado en imperialismo capitalista. Por eso, otra falsedad es el distinguir entre buenas y malas Españas. España no oprime y explota a causa de ciertos regímenes, sino porque es su razón de ser. España es el nombre de una cárcel de pueblos y una finca de explotación intensiva de trabajadores. España, imperialismo y capitalismo son sinónimos. Luchar contra toda España es luchar contra el imperialismo y el capitalismo. Defender cualquier España es defender el imperialismo y el capitalismo. De España ni queremos ni esperamos nada.
¿Cómo ve Paco Campos el futuro de Andalucía?
Con claroscuros. Por un lado, la extensión de las ideas soberanistas y anticapitalistas unificadas en un proyecto libertador global, sobre todo entre la gente joven, es esperanzador. Por otro, es desalentador el que aún exista un excesivo confusionismo inducido por el Sistema. Por ejemplo, el que tantos aún defiendan estos sucedáneos de democracia y autonomía, aunque sea “de forma crítica”, o el que se empecinen en achacar nuestros males a cuestiones accesorias; como gobiernos, legislaciones, financiaciones, etc. Si ayer el error y el fraude era la “autonomía de primera”, hoy es ese: todos contra el PSOE. El Régimen no es el PSOE, es el propio autonomismo. El neofranquismo y el neocolonialismo que representan. No se trata de acabar con un capataz y sustituirlo por otro, ese es el engañabobos al que quiere el Sistema que juguemos, se trata de acabar con el amo. Y el amo es España y el Capital. En Andalucía españolismo y capitalismo se llaman autonomía. Estas contradicciones muestran la dificultad del proyecto libertador, auguran una “larga marcha”.
La izquierda nacionalista y anticapitalista andaluza tiene la responsabilidad histórica de encabezar el despertar de nuestro pueblo. De dar un vuelco radical a la realidad andaluza. De abandonar los discursos políticamente correctos, rebasar los límites impuestos por el españolismo, eso que eufemísticamente denominan “marco constitucional”, y ser los abanderados de la lucha por la libertad de Andalucía. Iniciar una estrategia común de oposición frontal al régimen neofranquista y neocolonialista impuesto, rechazando el sistema autonómico y apostando por la reivindicación soberanista. Luchar por la recuperación por parte del Pueblo Trabajador Andaluz de sus derechos nacionales y sociales. Ese es el autentico cambio que necesita Andalucía, él único capaz de transformarla, acabar con esta pantomima de democracia y autonomía y recobrar nuestra soberanía.
Unas últimas palabras...
Agradecer a Kaos en la Red que nos haya dado la oportunidad de exponer nuestras ideas y felicitaros por la labor de contra-información que desarrolláis, especialmente en este país, en donde os habéis convertido en una trinchera digital esencial contra el discurso oficialista. Y hacer un llamamiento a la perseverancia y contra el desánimo a los andaluces conscientes, con conciencia nacional y de clase. El futuro es de los pueblos y de los trabajadores. Todos los imperialismos y todas las tiranías han caído. Solo es cuestión de tiempo. Andalucía volverá a ser libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario