La necesidad de
defender nuestra tierra frente a las agresiones del capitalismo
Este texto
pretende hacer reflexionar al conjunto de la izquierda independentista en
particular y al Pueblo Trabajador Andaluz en general, del peligro que corre
nuestra tierra si seguimos inmersos en un sistema como el capitalista cuyo
origen y fin se basa en la explotación y el máximo provecho económico de todo
aquello que pueda ser explotado; humanos, seres vivos no humanos, así como los
diferentes ecosistemas. Tanto unos como otros, estamos totalmente desprotegidos
por las leyes burguesas que legalizan la usurpación, expolio y destrucción de
nuestras riquezas naturales, las mismas que hacen de Andalucía un país con
multitud de ecosistemas y entornos diversos y únicos.
En los
últimos años, con la “economía sostenible” sostenida por el capitalista Estado
Español, se están potenciando algunas de las llamadas “energías renovables”.
Algunas de estas energías, no sólo causan un gran impacto ambiental, como la
energía eólica, sino que además supone un peligro real para algunos seres vivos
como las aves (1), que están muriendo a causa de los molinos eólicos instalados
en nuestra tierra. Con este panorama, no es de extrañar que en los próximos
años, no nos imaginemos un monte sin los ya instalados molinos eólicos de
turno. Por otra parte, estos molinos eólicos, son financiados con dinero
público mientras que multinacionales energéticas como Endesa o Iberdrola están
alcanzando unos beneficios cuantiosos a costa de la utilización de nuestros
recursos naturales.
En este
sentido, existe un proyecto de una de las multinacionales energéticas que
monopilizan este sector en Andalucía, que pretende instalar molinos eólicos
marinos; imaginad nuestros mares cubiertos por molinos eólicos. Es una aberración
contra la naturaleza y contra los seres vivos que habitan el mar, que ya están
expuestos a diferentes formas de contaminación que suponen la disminución de la
población marina y su diversidad. También las aves, en este tipo de
instalaciones, correrían peligro.
Por otro
lado, existen energías como la solar térmica o fotovoltaica, que teniendo en
cuenta los pros y contras que conlleva su instalación y desarrollo, es sin duda
la energía que en menor medida perjudica
a la tierra y que más se podría aprovechar teniendo en cuenta las condiciones
climatológicas favorables que se dan en nuestro país. Ya hay en nuestro
territorio varios parques solares, pero hasta el momento, algunos son
experimentales y otros se convierten en energía aprovechada en algunos cientos
de hogares, una cantidad que no deja de ser testimonial. Pero éste es un
recurso energético limpio, que no produce emisiones a la atmósfera y que
produce la energía en base a elementos naturales, no artificiales. El problema
radica en que siguiendo bajo el mismo modo de producción capitalista, mientras
que no genere más beneficios para la burguesía, este recurso energético no será
potenciado como debería y seguirán siendo otras energías (las no renovables
mayoritariamente) las que cuenten con el apoyo y patrocinio de las economías
privadas y públicas. Donde el dinero manda, la naturaleza y el Pueblo
Trabajador pierde.
A día de
hoy Andalucía sigue siendo el basurero del Estado Español. Un ejemplo de
nuestra vulnerabilidad como país frente al papel otorgado por el españolismo y
sus instituciones coloniales, entre ellas la Junta de Andalucía. El cementerio
nuclear del pueblo cordobés de El Cabril, recibe los residuos nucleares de todo
el Estado Español, suponiendo un peligro ambiental para el entorno geográfico
del cementerio y para los seres vivos que lo habitan. La energía nuclear es sin
duda, pese a su bajo coste, uno de los mayores peligros a los que nos somete el
capitalismo, poniendo en riesgo nuestras vidas para asegurar sus ganancias.
Caso histórico,
y determinante, es el del Polo Químico de Huelva, una instalación de fábricas
químicas junto al Río Tinto y el Parque Natural Marismas del Odiel. Pese a
estar documentado que la existencia y permanencia del polo químico contamina no
sólo a los seres vivos del Río Tinto o el Parque Natural Marismas del Odiel, si
no también a la población onubense, siendo víctima de múltiples enfermedades a
causa de los gases contaminantes que emite el polo químico, éste sigue
funcionando actualmente. Y no será por que la población onubense no se haya
concienciado sobre el peligro que supone el mantenimiento de tal aberración
contaminante, porque se ha protestado desde diferentes plataformas e
iniciativas para que el polo químico fuese desmantelado. Ahí sigue, y seguirá,
provocando enfermedades y muertes a seres vivos humanos y no humanos, y lo hará
porque por encima de la sostenibilidad y la salud de las personas y del entorno
en el que vivimos, están sus beneficios.
En la otra
punta del país, esta vez en la comarca granaína
de El Altiplano, se ha desarrollado un plan para el trasvase de las aguas
del Río Castril construyendo un puente conductor que recondujera las aguas
hacia otras poblaciones. El pueblo de Cortes de Baza, consciente de la riqueza
del río y de su relación histórica con la población, no como lugar disociado de
la gente, sino como un elemento más de las cortesanas y cortesanos. Ante las
protestas y las reivindicaciones de paralizar el proyecto expropiatorio, de una
propiedad colectiva del pueblo de Cortes de Baza, las instituciones granadinas
enviaron, como muestra de “tolerancia” y “respeto” a la voluntad de la
vecindad, a sus Fuerzas de Represión (2). Tras diversas movilizaciones de las
vecinas y vecinos de Cortes de Baza, quienes supuestamente representan al
pueblo, han hecho oídos sordos a su voluntad y determinación para seguir
adelante con el proyecto. Un proyecto que supondrá la degradación del pasado de
todo un pueblo y de su porvenir. Situaciones como esta, que se repiten a lo
largo y ancho de la geografía andaluza, reflejan la realidad totalitaria y
dictatorial de un Estado, el español, que decide para proteger sus intereses y
los de las clases dominantes en perjuicio de la voluntad popular.
Sigamos
descrubiendo otros sucesos, como por ejemplo, uno más reciente ocurrido en un
pueblo de la comarca almeriense del Valle del Almanzora, Albox (3). Un incendio
provocado intencionadamente en una planta de reciclaje, provocó una gran nube
de humo tóxica que, pese a las advertencias de colectivos como Ecologistas en
Acción, las autoridades llamaron a la “calma” y justificaron su actitud
afirmando que todo estaba controlado y que no había peligro, incluso que la
formación ecologista estaba exagerando. La nube, debido a los productos tóxicos
que se vieron afectados por el incendio, pudo haber provocado problemas de
salud a la población albojense, sobre todo a quienes tuvieran problemas
respiratorios. Fue el azar el que hizo que no se produjera ese perjucio a la
salubridad de las gentes, ya que el viento soplaba hacia una dirección que
llevó a la nube tóxica a un área en la que ya no existía ningún riesgo. Como en
anteriores ocasiones, nadie ha sido responsabilizado del peligro al que se
expuso a la población, de nuevo se manifiesta el “aquí no ha pasado nada”,
hasta que vuelva a pasar. Estamos en manos de una casta política que legaliza
nuestra desprotección ante cualquier fenómeno que, si se mirara por el bien
colectivo y no por las posibles consecuencias de una negligencia de la planta
de reciclaje o las autoridades locales, podrían en ocasiones evitarse y de no
ser así, al menos reducir los posibles daños.
En
Andalucía, pocas personas habrán escuchado hablar de los proyectos de
construcción de nuevas líneas del Tren de Alta Velocidad (TAV), más conocido
como “AVE”. Y quienes han oído hablar de tal plan, o no han sido informadas e
informados como debieran, o están de parte del proyecto por la rentabilidad
económica que supondrá para sus bolsillos. Mientras se lleva desmantelando
durante décadas la ya de por sí insuficiente red ferroviaria andaluza, cerrando
estaciones a lo largo y ancho del país, desde hace unos años se están
construyendo diversas líneas del TAV que no sólo destruyen todos los
ecosistemas que se encuentran a su paso, sino que además conlleva la
expropiación de muchas viviendas o tierras de personas que lo único que tienen
son eso, sus viviendas y sus tierras, huertas de las que han vivido siempre y
sin las cuales no tendrán nada. Personas que serán expulsadas de sus casas para
construir un tren para que el burgués de turno pueda llegar pronto a sus
reuniones con total comodidad; eso sí, tras el previo proceso de destrucción de
montes, vegas y ríos (4). En Andalucía, según expone el Plan de
Infraestructuras (PISTA) 2007-2013, en 2013 todas las provincias contarán con
al menos una estación de alta velocidad, para disfrute de los capitalistas. En distintos
municipios se han realizado movilizaciones en contra del TAV, pero como en
anteriores casos, ignorancia y caso omiso ha sido la respuesta de las diferentes
administraciones. En otros países de la península como Asturias, Cantabria,
Galicia o País Vasco, diversas plataformas en defensa de la tierra han llevado
a cabo campañas contra la destrucción del territorio y del patrimonio natural
que supone la puesta en marcha del TAV. En Andalucía, debido a la escasa
información que se transmite a la población, pocas para la gravedad del asunto
han sido las protestas en pro de la paralización inmediata del proyecto. Pese a
ser conscientes de las limitaciones sobre todo físicas y logísticas de la
izquierda revolucionaria andaluza, no debemos por ello obviar que tenemos que enfrentarnos
a esta problemática si no queremos observar desde el “banquillo” cómo destruyen
nuestra tierra y patrimonio natural poco a poco y sin apenas oposición popular.
La alternativa al TAV está muy clara: rehabilitar todas aquellas estaciones que
han sido cerradas y reactivarlas, así como aumentar el número de viajes de los
trenes convencionales. Pero claro, para darse esa situación los responsables en
materia de transportes son conscientes de que se generarían pérdidas y no
beneficios; y lo que importa no es el acesso a un transporte público de calidad
y que no suponga mermar más nuestro entorno, sino que lo verdaderamente
importante es cuánto va a sacar el Estado y las constructoras designadas de tal
proyecto. Los intereses de la mayoría, una vez más, ignorados para el regocijo
de la burguesía y el neo-caciquismo.
Existen
muchos factores que hacen difícil la concienciación del Pueblo Trabajador
Andaluz acerca de la ineludible lucha ambientalista, ecologista y
proteccionista, es decir, en defensa de nuestra tierra, su presente y futuro.
Porque cuando ya no quede tierra, no quedarán tampoco personas y otros seres
vivos que la habiten. Al cúmulo de particularidades (ignorancia, adoctrinación
educativa, ocultación o manipulación informativa, priorización de otras luchas)
se da una situación particular con quienes estudian en las universidades
andaluzas para trabajar en la defensa de nuestro Medio Ambiente: las y los
ambientólogos de Andalucía. Estas personas, que han elegido formarse para
aportar sus conocimientos y esfuerzos en la protección y mejora de nuestra
tierra y los elementos que habitan en ella, no obtienen reconocimiento
profesional de la Junta de Andalucía (5). Después de estudiar Ciencias
Ambientales, el camino que se les presenta consistirá en “competir” con
personas especializadas en otros campos de estudio (biólogos, geólogos, etc,.)
que si bien están preparadas para trabajar en sus respectivas especialidades,
no han sido formados para las tareas que deberían emprender los y las
ambientólogas. Este hecho plasma de forma bastante clara la apuesta del Estado
Español y sus distintas sucursales autonómicas por la defensa del medio ambiente,
infravalorando a quienes están más capacitados y capacitadas para la defensa y
estudio de nuestra tierra. No hay recursos para asegurar un puesto de trabajo a
ambientólogos y ambientólogas, pero sí lo hay para construir hoteles, campos de
golf y urbanizaciones de lujo; y para esto último sí lo hay pese a que se
continúa menguando nuestros recursos, ya de por sí escasos, para que se siga
especulando con las expectativas de trabajadoras y trabajadores. No hay
intención de reconocer a quienes trabajarán por la defensa de Andalucía, pero
sí que la hay para seguir destruyendo nuestras playas, nuestros ríos y para
continuar explotando nuestros recursos naturales para la comodidad de “golfistas”
y turistas veraniegos.
Éste es el
futuro que nos espera bajo el tutelaje de la España capitalista que explota sin
dudar todo aquello que haga enriquecerse a las clases dominantes que mantienen
el statu quo y que sin duda, les
interesa mantener por el bien de sus privilegiadas vidas. Ahora bien, al Pueblo
Trabajador Andaluz, a las clases populares andaluzas, en nada beneficia la
destrucción de nuestras costas para construir complejos hoteleros o la
aniquilación de nuestros parajes naturales para la construcción de campos de
golf. Esto es pan para hoy y hambre para mañana. No se puede defender un
proceso destructivo en vista de los puestos de trabajo, porque si bien son
escasos y precarios, el valor de nuestra naturaleza y sus recursos, sí que
generaría trabajo si éstos estuviesen en posesión del pueblo. Porque se puede
mantener un turismo sostenible que no consita en destruir la tierra para
“crear” puestos de trabajo, sino que se base en la protección de nuestro
patrimonio natural y paisajístico por encima de todo.
Está en
manos de las andaluzas y los andaluces conscientes, que ponemos en primer lugar
el espacio en el que nacimos y vivimos, que nos hace ser lo que somos, no sea
progresivamente destruido por nuestra indiferencia y pasividad. La mejor forma
de avanzar en el camino hacia la independencia y el socialismo, comienza por
defender nuestra tierra con unidad y sacrificio. Nadie dijo que acabar con las
injusticias de la barbarie capitalista fuese tarea fácil.
Cristóbal García Vílchez
Notas:
Texto publicado en el nº55 de la revista Independencia.
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